Alianza con la “Metrópoli del Norte”



Alianza con la “Metrópoli del Norte”

Por: Segisfredo Infante
Con la sola excepción de tres países, América Latina ha sido durante todo el siglo veinte el aliado natural de los Estados Unidos de Norte América. Sobre todo en lo que concierne a la Segunda Guerra Mundial y al insidioso capítulo de la “Guerra Fría”, que a veces pareciera resurgir (para utilizar un solo gramo del lenguaje de Juan Rulfo), en la llanura caliente y extensiva de comienzos del siglo veintiuno, por dispersión de poderes, por chauvinismos extremos y cargamentos ideológicos de todo cuño. Conviene añadir que dentro de ese vasto contexto Honduras ha sido siempre, como nación y Estado, el principal aliado de la “Metrópoli del Norte”, en la confusa región de América Central. Es algo vital que se le debiera informar de inmediato a cada nuevo presidente que llegue a la Casa Blanca, para evitar decisiones precipitadas, o ambiguas, como ocurrió con el caso del ex–presidente Barack Obama durante la crisis ideológica y política, harto exagerada, de los años 2008 y 2009. También se le debiera informar de todo esto a cada nuevo embajador que llegue a Tegucigalpa, para sortear el problema reiterado de averiguar, hasta después de tres años, quiénes son los verdaderos amigos (aun cuando en ciertos momentos sean críticos constructivos) de los Estados Unidos y de otros países hermanos. Para eso tendrían que existir unas oficinas políticas más o menos estables, sin desmontarlas como ha ocurrido en algunos momentos, quedando luego como atrapadas en el llano despoblado de la desinformación. O de falsos informantes. O de gente maliciosa. O atrapadas en el “error”, del cual hablaba el estadista y pensador don José Cecilio Díaz del Valle. (Por supuesto que en las embajadas subsisten personas bien informadas y bienintencionadas).

Al margen del párrafo anterior produce cierta alegría que la mayoría de los actuales congresistas estadounidenses (tanto republicanos como demócratas) haya comprendido la importancia de darle continuidad al proyecto en marcha de los países centroamericanos del “Triángulo Norte”, que fue una estrategia correcta que se puso en marcha, hace un par de años aproximados, por iniciativa del actual presidente hondureño don Juan Orlando Hernández, apoyado por el doctor Jorge Ramón Hernández Alcerro y otros funcionarios más o menos visibles. Justamente la semana pasada escuchamos una entrevista televisiva del doctor Hernández Alcerro relacionada con los desembolsos de más de seiscientos millones de dólares para el presente año, que mermaron un tanto respecto a los del año pasado. Lo más interesante es que el proyecto continúa a pesar de todos los pesares. Y que en Estados Unidos existen todavía personas influyentes que comprenden la enorme importancia geoestratégica de Honduras y América Central, dentro de una visión de “reciprocidad”. En este punto conviene reconocer que Estados Unidos ha apoyado fuertemente, con ayuda financiera a Honduras, en muchas oportunidades, que tal vez han sido desaprovechadas por nosotros mismos. Quizás las ayudas debieran ser mayores y mucho más sistemáticas. Pero ese, es otro tema.

El caso central que aquí nos interesa es el capítulo de las alianzas estratégicas de mediano y largo plazos entre Honduras y algunos países poderosos, especialmente los Estados Unidos de Norte América. En tal sentido las verdaderas alianzas debieran ser genuinamente recíprocas. Así como nosotros tratamos con amabilidad y respeto a los ciudadanos estadounidenses que vienen a Honduras, los hondureños (incluyendo los indocumentados) debieran ser tratados con responsabilidad, un margen de amabilidad y con principios de humanitarismo universal. Sobre todo porque muchos catrachos se han marchado hacia la “Metrópoli del Norte” y para otros países de Europa, huyendo de la pobreza y de la violencia extrema de nuevo tipo, de tal suerte que podrían ser considerados bajo el estatuto de “refugiados de guerra”.

A lo anterior habría que añadir dos cosas vitales: Que los hondureños son, en su gran mayoría, cristianos católicos y protestantes, que nunca pondrían en peligro de terrorismo ideológico y religioso a los ciudadanos de los países receptores. Lo segundo es que las famosas “maras”, que dañan la imagen de cualquier país centroamericano, fueron fabricadas en territorio estadounidense, y exportadas o empujadas hacia nuestra región, creando problemas inenarrables. Igual ocurre con el viejo narcotráfico internacional, que vino a Honduras desde otras coordenadas.

Finalmente conviene subrayar la importancia geoestratégica de Honduras, sólo comparable a la de Panamá, que algunos politólogos tienden a perderla de vista, en el maremágnum de las confusiones ideológicas. La posición de nuestro país, en términos de mediano y largo plazos es, hasta cierto punto de vista, comparable con la del Estrecho del Bósforo (o de Bizancio o Estambul), entre Europa y Turquía. O con la de Singapur. Se trata, en estos asuntos, de fotoevidenciar una mirada planetaria de parte de los interesados, con el respeto que merecemos los hondureños. Razón por la cual no debiera llegar ningún “loco”, ningún “drogo” o ensoberbecido, al solio de nuestra casa presidencial.

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