SU JUSTA VALORACIÓN

SU JUSTA VALORACIÓN

NO sabríamos a qué obedece ese raro espíritu masoquista en algunos políticos que pasan rogando que a Honduras le vaya mal. (Mientras el resto de los hondureños quisiésemos, para bienestar de todos, que nos vaya bien, independientemente de quienes momentáneamente detenten el poder). Tal vez porque confunden el concepto país con gobierno y consideran que si le va mal a los que administran el país crecen sus posibilidades electorales. Es esa mentalidad nociva de apelar al auditorio maximizando los defectos o los errores del contrario en vez de enfatizar en las virtudes propias. Por ese mismo camino la campaña se orienta a influenciar al público a que vote en contra de esto o de aquello y no a favor de alguien o de algo. Se trata de estar en contra de fulano y de mengano, por lo mal que pueda juzgarse la situación y no a favor de zutano o perencejo por lo que estos puedan ofrecer para mejorarla.

Es poca la oferta propositiva orientada a dar una visión de futuro o un horizonte de esperanza. En ese mismo contexto nos hemos quejado muchas veces de lo insípido del debate nacional. Lo vacío en relación a los grandes desafíos que enfrenta la nación. Los asuntos políticos abordados no salen del matorral; una discusión inocua que no aborda las prioridades de los hondureños ni los problemas populares. Es la misma riña sectaria acostumbrada. No educa, no ilustra, no informa como si el interés subyacente fuese no más que el de mantener entretenido al carnaval de espectadores. La afición chatea no se informa. Y si lo hace, es de manera parcial, equivocada o distorsionada. Cada vez que aparecen noticias negativas las reproducen masivamente subiéndolas a las redes sociales o enviándolas a los contactos de sus aparatos digitales. Gran parte de la conversación en esos medios es sobre asuntos totalmente frívolos –chistes, videos no precisamente educativos, ataques, descalificaciones, entre otros– como cualquier dato adverso que ensucia la imagen nacional. Dichosamente no toda la gente es así. Hay otros que se centran en el lado amable de las cosas para compartirlas con sus amistades. Así que no podríamos señalar que el negativismo sea una actitud generalizada. Sería como confundir el universo por el grupo de los mismos fanáticos de siempre que, como pasatiempo, participan en las redes sociales para enlodarse entre ellos mismos y de paso deshacerlo todo. Se trata de bandos furiosos de irreverentes –muchos de ellos holgazanes sin nada constructivo que hacer– desahogando su ira contra ellos mismos y contra todo lo que no encaje con su mezquino parecer.

Por lo anterior es que en innumerables ocasiones hemos insistido sobre la necesidad de hacer conciencia en el hondureño sobre lo bueno que hay en el país. Buscar manera de elevar la autoestima. El aprecio por el talento humano que lo tenemos en abundancia. Por supuesto que hay sobrada razón de sentir orgullo por las muchas bondades que, como regalo divino, nos brindó la naturaleza. El patrimonio nacional es exuberante –nada que envidiarle a otros– si tan solo hubiese mayor sentido de patria como de unidad. Ahora bien, no hay forma de levantar cabeza y revertir esos guarismos deprimentes que nos mantienen anclados a la cola de desarrollo mundial, con una actitud derrotista. Dado el acervo de nuestros recursos sociales, patrimoniales y espirituales, otra sería la historia si a ello le diésemos su justa valoración.

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