El cuarto oscuro

El cuarto oscuro

Por: Boris Zelaya Rubí
Hace algunos años, nos comentaban sobre un caso de corrupción en un país latinoamericano, como una modalidad de extorsión en la clase política; no sin antes aclarar que cualquier similitud con familiares de algún exmandatario, era pura coincidencia.

El relato fue sobre un cáncer que ha corroído las estructuras gubernamentales: la extorsión y venta de influencia por la parentela de los presidentes, la mayoría de las veces, sin que estos últimos tengan algún conocimiento de los chantajes practicados a muchos funcionarios, bajo la amenaza de cancelarlos sino obedecen las instrucciones que beneficiarán económicamente a miembros del círculo familiar.

Al llegar al poder de la nación, honrado con toda la confianza y encargado de dirigir y defender la patria, un político latinoamericano seleccionó los hombres que lo acompañarían en su gobernanza, las opiniones interesadas de la parentela que por su proximidad y confianza proponían candidatos para estar al frente de algunas instituciones del gobierno, con la intención de que estos les fueran obedientes no se hicieron esperar. Si algún allegado al “hombrón” recomendaba a alguien que no fuera del interés de las ovejas negras, le buscaban cualquier defecto hasta en su vida privada para que no lo tomara en cuenta. Después de lograr su objetivo, se ponían en contacto con el afortunado novel funcionario, comunicándole la buenas nuevas, anunciándole que lo visitarían para darle ciertas instrucciones.

Después de que el presidente hizo públicos los nombres de las personas que lo acompañarían en el gabinete, los “torones” de la familia, hicieron las visitas que no necesariamente fueron para felicitar a los afortunados para los cargos. Iniciaron lo que según nuestro relator cuenta, con una inspección a los despachos, por aquello de las grabaciones, se los llevaban a un cuarto de baño (cuarto oscuro) haciéndoles las advertencias que toda negociación importante en la que se tratara de cantidades millonarias, no darían ni un paso sin informarles, por supuesto que de cualquier “transacción” le darían una parte; amenazándolos que de no cumplir, con una simple llamada serían cancelados del cargo. “No olvides que tendremos cuatro años para salvarnos económicamente, nos vemos, estaremos en contacto”.

Nuestro aficionado analista, nos manifestó que una poderosa dama estaba interesada en que le asignaran una compra a un comerciante, con la intención de lograr una importante coima, el burócrata no obedeció y fue separado de su cargo, sin importar que hubiera sido uno de los bastiones que con su trabajo político contribuyó para que el mandatario alcanzara la posición cimera que ostentaba, este declaró públicamente que lo había sustituido por haber perdido su confianza. Este tipo de situaciones se repitieron y lograron éxito en sus fechorías, con algunos burócratas y otros honrados que se resistieron a los actos deshonestos de la mara familiar, fueron expulsados de sus cargos. Cualquier intervención de los organismos contralores, sería responsabilidad de los directores ¡no existirían pruebas en contra de los verdaderos ladrones!

El amigo siguió relatando sobre los pandilleros consanguíneos, situación que abunda en los gobiernos latinoamericanos, continuó contando que un director de una poderosa institución estatal le puso la queja al mandatario por las malas acciones de su clan, y este optó por despedir al funcionario.

La parentela de un jefe de Estado, sobre todo los inútiles que buscan dinero fácil, son capaces de hacerle daño a cualquiera que ponga en peligro su estatus social, aunque sus actos delincuenciales sean del dominio público y se burlen de ellos cuando pretenden igualarse a otros que se han ganado el dinero honradamente.

La mayoría de las veces, con el pretexto de que son las personas en las cuales más pueden confiar, los presidentes desafían las leyes antinepotismo, nombrando parientes, familiares y amigos en los cargos de relevancia o como consejeros de sus gobiernos, ignorando los cuestionamientos en materia de ética y moral que esta situación les puede causar, aunque no graviten sobre el erario público.

De rodillas solo para orar a Dios.

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