Peores formas de trabajo infantil
Peores formas de trabajo infantil
Editorial El Heraldo
En un país como Honduras, con desigualdad socioeconómica abismal, con un incumplimiento permanente de las leyes, más todavía aquellas orientadas a proteger a los más vulnerables, el irrespeto de los derechos de los niños es una verdad incuestionable en diferentes órdenes, incluyendo las peores formas de trabajo infantil.
Aunque en la propaganda oficial, en las eternas promesas de los políticos, en la actitud misma de la sociedad, abunden los discursos bonitos hacia los infantes, como pudimos constatarlo ayer mismo que se celebró el Día del Niño.
Aunque, de hecho, los padres responsables, aquellos que planifican, cumplen con sus responsabilidades al proveer a sus hijos de todos los elementos necesarios para su buen desarrollo físico, intelectual y emocional, lo cierto es que todavía millones de niños catrachos nacen y crecen en situaciones tan duras, tan inhumanas, tan injustas, tan infelices que para nada permiten atisbar un futuro mejor ni para ellos ni para sus coetáneos más afortunados con quienes compartirán el mañana.
Esta semana EL HERALDO está haciendo una pequeña, pero ejemplarizante radiografía sobre los niños trabajadores, sobre los niños explotados, sobre los niños que realizan las peores formas de trabajo infantil, sobre los niños que han abandonado la escuela ya que la pobreza extrema de sus padres, el abandono y la falta de la tutela gubernamental no les deja más opción que trabajar para ganarse su sustento y ayudar a sus padres, en la mayoría de los casos madres solteras con una numerable prole.
Los testimonios de niños “curileros” que trabajan en los manglares del sur, los que rompen piedras calizas, avivan el infierno de los hornos y embolsan cal, en Santa Bárbara; los que arriesgan su vida a diario en las fábricas de artefactos de pólvora en Copán; los que buscan oro en las minas del sur, los que sobreviven en los botaderos de basura y las víctimas de la prostitución infantil, son solo ejemplos que EL HERALDO está trasladando a sus lectores, tanto para despertar la conciencia ciudadana como la de los gobernantes sobre un problema grave que afecta nuestro futuro.
Ya es tiempo de que se haga algo, más allá de los discursos de ocasión, para que nuestros niños, incluyendo a los hijos de los más pobres y hasta los abandonados y huérfanos, solo se dediquen a crecer sanos y a educarse. Y si acaso desean o deban trabajar no lo hagan antes de cumplir los 14 años y en labores donde no corran ningún riesgo y sin abandonar sus estudios.
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