Mientras la lucha contra la corrupción en Guatemala se tornaba al rojo vivo, había entre la población la inquietud permanente de que el expresidente y hoy presidiario estaba buscando su ingreso al Parlamento Centroamericano como el camino perfecto para evadir el brazo de la justicia guatemalteca que de la mano de la Cicig ha impulsado investigaciones penales que han puesto en la cuerda floja toda la estructura política de Guatemala. Es que este organismo de la integración centroamericana nos refleja de cuerpo entero nuestras profundas contradicciones como región en pro de la integración y las ambigüedades en nuestra lucha contra la corrupción.
El Parlamento Centroamericano fue concebido con la idea de que aportara a la integración centroamericana y que sirviera de foro para discutir los problemas y resolver por la vía del diálogo y el consenso; sin embargo, ninguno de esos propósitos se ha cumplido desde su vigencia, mientras tanto, continúa drenando recursos de los centroamericanos sin que sus aportes pesen en la solución de la problemática centroamericana y ni siquiera han movido un dedo para mediar en crisis como la de Honduras en el año 2009 o la de Guatemala en la actualidad, reflejo de la incapacidad y la inoperancia de esta institución regional que no rinde crédito a sus cuantiosos gastos. La inmunidad parece ser el único incentivo en los políticos para que el Parlacen continúe vigente, convirtiéndose en el último pasaporte a la impunidad cuando todos los demás han fallado.
La expresidenta Mireya Moscoso lo llamó en una oportunidad “cueva de ladrones”, para enseguida integrarse al mismo con el fin mismo con que lo buscan los expresidentes centroamericanos: Evadir la justicia en sus propios países. El Parlacen es un microcosmos de nuestra realidad, allí han ido a parar quienes han sido acusados por sus pueblos, los que han delinquido, los que han defraudado al erario público, y sigue funcionando sin que cuestionemos con toda autoridad semejante erogación improductiva ante el fracaso de la integración. Empero, cuando se habla del costo de instalar una Comisión Contra la Impunidad todos se quejan de los costos principalmente, pero no reparan en cuanto nos ha costado todos estos años mantener una institución como el Parlacen sin que hasta la fecha se tengan frutos de su trabajo integracionista.
En Honduras se suprimió la inmunidad para los políticos, pero ¿aplica también esa supresión para los que ingresan al Parlacen? O sigue siendo el último eslabón para evadir la justicia y la rendición de cuentas. Si medimos en tiempo los resultados versus los fondos erogados la Cicig en Guatemala ha hecho en 3 años los que el Parlacen no ha podido hacer en toda su vida institucional.
A la clase política centroamericana no le conviene abordar con profundidad el tema del Parlacen, su funcionamiento, su costo y su futura desaparición, pues en las agitadas aguas de los pueblos centroamericanos fastidiados hasta la médula por los efectos de la corrupción, el Parlacen parece ser la salida perfecta para aquellos que se han ensuciado las manos con los fondos públicos. El Parlacen refleja nuestras contradicciones, pues por un lado nos manifestamos profundamente afectados por la corrupción y nos determinamos a invertir en la lucha contra la misma, pero por otro, seguimos premiando gente que no cumplió con su deber público y defraudó la confianza de sus pueblos, seguimos manteniendo en pie instituciones que en vez de integrar la región, causan la desintegración de la región y la pérdida de confianza en los mecanismos integracionistas que hasta hoy lo único que han producido es el Parlacen, pero para qué.
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