A la caza de magistrados
A la caza de magistrados
09:30PM Por: Hilario R. Vallejo
En la escogencia y elección de los magistrados del Poder Judicial hay dos escenarios principales. Uno de ellos es la sociedad civil y todas aquellas instituciones que, por ley, gozan del derecho a nominar candidatos a magistrados por medio de una Junta Nominadora ad hoc, electa previamente e investida de la autoridad para escoger a los cuarenta y cinco candidatos que se presentarán al Poder Legislativo para que, entre ellos, en elección de segundo grado, elijan quince.
A simple vista, lo antes dicho aparenta ser normal y hasta encomiable. Pero detrás de todo esto no se puede ocultar el alto grado de injerencia política en este tipo de elecciones. Se sabe que los magistrados han sido repartidos por los partidos como un botín. Existen relatos públicos de las misas negras, con nombres y apellidos de los personajes, reunidos para este menester; lo mismo, pero con otra modalidad, para la última Corte, la que está en funciones. Actores de esta escogencia han revelado las presiones a que fueron sometidos. Hoy, que todavía no ha corrido mucha agua debajo de los puentes, no sería raro que los políticos intenten hacer lo mismo. Gallina que come huevos, aunque le quemen el pico.
Hoy la Junta Nominadora, escogida sobre el tiempo, tiene una tarea nada fácil, por diferentes razones: 1) se espera de ellos reciedumbre en su carácter para no dejarse influenciar; 2) están contra el tiempo para examinar a la gran cantidad de postulantes; 3) la más difícil de cumplir, decidir quiénes reúnen los requisitos para el puesto. Es aquí donde la mula botó a Genaro. Es difícil, con poca tecnología, practicar un examen exhaustivo a los togados, con rapidez y eficiencia; habría que recurrir a procedimientos poco ortodoxos como el ojo del buen cubero, la memoria personal de la Junta o que la población pueda aportar datos relevantes sobre los nominados. Lo peor del caso es que el pueblo tiene cifrada su esperanza en esta parte del proceso de selección. No se puede fallar, ya que es el nivel donde, supuestamente, los políticos han permitido el consenso y la participación democrática de la sociedad civil y de la población en general en la escogencia de la Corte. Es, sencillamente, nuestro turno.
El otro escenario, de que se hablaba al inicio, es el Congreso, quien amparado en ser un ente, por antonomasia, político, se arroga el derecho de actuar como tal y, por ende, hacer y deshacer con los nominados por la sociedad civil y otras instituciones. No se sabe si los nominados tendrán la entereza suficiente para soportar las presiones y los posibles chantajes de los diputados y de los partidos políticos a que pertenecen. Es aquí que se espera, como decía en otro artículo (“En pos de un milagro”, EL HERALDO, 6/IX/2015), que se necesita de un milagro tan extraordinario como el que exige el Vaticano para subir a un cristiano al honor de los altares. Este escollo es tan grande que lo más probable es que tengamos una Corte gallo gallina, como la actual.
Para desgracia nuestra, los políticos de oficio nos tienen acostumbrados a elecciones con un sello estilo Honduras, que en nada nos abona como ejemplo de país demócrata y a la altura de los tiempos que vivimos. No debería extrañar que la elección de la próxima Corte lleve ese sello, desvirtuando lo que estén haciendo hoy, en este menester, la sociedad civil y otras instancias. Es como darte a probar la paleta que otro se comerá. Esto, ¡caramba!, no se vale, porque es una burla cruel contra el pueblo que, hartamente, ya se ganó el derecho de que los diputados, a los que tantas veces ha regalado el voto, a cambio de casi nada, le den al fin una Corte digna, justa, sabia y, sobre todo, independiente.
Lo cierto es que Honduras toda, con una lupa en la mano, anda a la caza de los quince ciudadanos, supuestamente impolutos, que aspirarán a ese honorable cargo de magistrado. Gracias a que las universidades gradúan abogados a porrones, para todos los gustos, aunque no tengan vocación para ello. Recuerdo una anécdota de un joven que sentía vocación para estudiar la carrera de Hipócrates. Como dependía de su padre, este le dijo, a ojo de mal cubero, “no te veo con vocación para eso, estudia derecho”. El joven, obligado por sus circunstancias, al llegar al final de dicha carrera, abordó nuevamente a su padre con la inquietud educativa anterior. Ante esa situación, el padre le contestó, ahora sí te creo que tienes vocación para eso y te voy a apoyar. Dan ganas de llorar las improvisaciones a que se ven sometidos los hondureños.
A propósito de todo esto, sería oportuno escudriñar lo que ha sido la abogacía en Honduras, ya que gran parte de la historia de este país ha estado influenciada por la misma. Los togados son tantos que hasta forman lista aparte en el directorio telefónico. Y por esa condición, como en todas las profesiones u oficios, hay de todo: unos ricos y otros pobres; unos con bufetes de lujo y otros con oficinas humildes, con sillones que expulsan a los clientes de los asientos; unos resolviendo con un telefonazo a sus contactos en las instancias judiciales, y otros pululando por los juzgados y las oficinas, desempeñando el rol de tinterillos; los hay muy ilustrados y recitadores de los textos legales, con punto y coma, y otros que equivocaron su profesión; los hay ambiciosos e inescrupulosos, como también muchos honrados, tan es así que se salen del ámbito de la ética del abogado, no llevando casos de reconocidos delincuentes y criminales. El abogado es el único que está obligado, por norma, a considerar inocente a todo mundo, mientras no sea vencido en juicio.
Todo lo anterior nos indica que la escogencia de los abogados que conformarán la Corte Suprema de Justicia no es tarea fácil, máxime que los abogados doctos y honestos, que los hay, no se van a ofrecer; habría que rogarles y convencerlos que acepten. No obstante, dentro de ese ambiente hostil, tenebroso y de desconfianza, hay una tenue luz de que algo puede ser diferente, por dos razones: una, es que el Poder Ejecutivo ha dicho que está de acuerdo con las recomendaciones que han hecho los delegados de la OEA en su informe al Ejecutivo. Otra, que la OEA estará vigilante para garantizar de que los togados escogidos para la Corte, reúnan los requisitos de independencia, honestidad y capacidad para conformar ese poder del Estado.
La pregunta obligada es: ¿Cómo hará la OEA para torcer el sórdido pasado político hondureño? Eso está por verse. Entre tanto, los miembros de la Junta, por un lado, parece que han tomado su papel con la seriedad debida. Ojalá que así sea para bien de Honduras y que este tramo de la escogencia de los magistrados esté bien hecho. Por otra parte, el enigma mayúsculo sigue siendo el Congreso de la República. Ojalá que los llamados padres de la Patria se impongan del papel que deben desempeñar a favor del pueblo, del cual son sus representantes. Acepten que sus curules les fueron dadas por el pueblo que les votó. Eso indica, por lógica, que devienen obligados a devolver al pueblo la esperanza que yace perdida en las actuaciones impopulares que han adoptado los políticos, en muchas ocasiones. El balón, honorables diputados, estará, en enero próximo, en vuestro campo. El pueblo os demandará, desde ya, que hagáis lo que tenéis que hacer a favor de la impartición de justicia, una justicia igual para todos, que no se encoja ni tiemble ante el poderoso. Los ejemplos de corrupción y de impunidad están a la vista de todo el mundo. Parodiando al poeta Roberto Sosa, que decía refiriéndose a los pobres, y nosotros a los incontables casos que tocan sin cesar las puertas de la diosa Temis, exigiendo justicia: son muchos que no podemos olvidarlos.
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