El retorno de "las aves agoreras"

El retorno de "las aves agoreras"
Editorial La Tribuna








EL coordinador del Gabinete Económico –sigue siéndolo, pese a que ahora ocupa un alto puesto en uno de los organismos internacionales– avisa que hay que alejar preocupaciones sobre la misión de la aves agoreras que se encuentran en Tegucigalpa, ya que no tienen planificado imponer nuevos ajustes a la economía. Como si el daño a la postrada actividad económica, con las anteriores cargas que metieron, donde no dejaron títere con cabeza, no hubiese sido suficiente. Volvemos a recordar. La razón por la cual la macroeconomía refleja un moderado crecimiento no es por el programa del FMI. Es muy a pesar de las medidas de contracción exigidas por las aves agoreras y gracias a factores exógenos. Entre ellos citamos la debacle de los precios del crudo que son un tremendo alivio al pago de la factura petrolera.
Eso se traslada en menores precios en las bombas de la gasolina. Salvó a la ENEE porque todos los ahorros los absorbió para enderezar las torcidas finanzas de la institución. Los buenos precios del café en el mercado internacional –porque se les arruinaron las cosechas a otros grandes países exportadores– y de otros productos que vendemos al exterior. Además, se debe a un incremento en el monto de las remesas que ingresan al país, resultado de las medidas migratorias adoptadas en Washington que, al evitar la deportación de muchos indocumentados, les ofrece mayor seguridad. Y es consecuencia de la recuperación paulatina que ha tenido la economía norteamericana. Esas son las de mayor impacto, aunque hay otras. Ello no quiere decir que el gobierno no haya contribuido con esfuerzo interno. La inversión pública ayuda y los programas de alivio y de compensación social también dan ingresos adicionales a las familias. Sin embargo, no ha habido creación de fuentes de empleo porque el sector empresarial, que está amolado, no puede crecer sin alicientes cuando la demanda está tan deprimida.
Los comercios, los negocios, las empresas grandes, medianas y pequeñas, siguen padeciendo los efectos negativos del estancado consumo, de la falta de ventas, de mayores cargas tributarias, de la elevación de sus costos, de la falta de incentivos a la iniciativa privada. No ha habido inversión significativa en el país. Todo ello, pese a la agenda dinámica de la Casa de Gobierno, promocionando el país y estimulando el estado de ánimo deprimido de los hondureños. Ahora que regresan las aves agoreras a fiscalizar las funestas consecuencias de las medidas que impusieron al país, podrán enterarse que, además de esa tremenda carga que pesa sobre la adolorida espalda del pueblo, el gorgojo descortezador –casi igual de letal que ellos– ha devastado los bosques de pino. La sequía ha hecho estragos con las cosechas. Eso, nada imputable a los hondureños, sino culpa del cambio climático, cuya responsabilidad recae en el alto consumo, el derroche de los recursos, el despilfarro, el daño inmisericorde al ecosistema, de los países desarrollados. Leemos una nota informativa que el crecimiento económico estaría siendo revisado a la baja por esa misión de cuenta costillas. No sabríamos decir si ello ocurra porque esta gente disfraza en retórica muchos de sus hallazgos. Pero si así fuese, qué fregada.

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