Vivimos a la conquista del voto, no del pueblo
Vivimos a la conquista del voto, no del pueblo
Por Gustavo Adolfo Milla Bermúdez
Email: ga-milla@hotmail.com
Una nación como la hondureña que tiene tantos elementos para ser calificada de admirable, presenta oscuros contrastes a sus cualidades humanas, intelectuales y morales debido a la necesidad de la conquista del voto.
¿Habrán observado cómo desaparecen las desavenencias políticas y se unen en contubernio vergonzante los del Partido Nacional, ¿Libre y la famosa Alianza de Salvador Nasralla y otros “¿partidos llamados mosquitos”, solo esperan las famosas asambleas para nombrar sujetos que son los que solicitan la actividad electoral de los partidos? ¿Que no nos extrañemos de la manera de cómo se adelanta el estímulo o el ataque a los hombres en Honduras? Se ven tantos medios ensalzados en las columnas impresas tantos hombres de mentes áureas desdeñados y olvidados porque aquel hombre de ayer analfabeto es el objeto de hoy de los más graves insultos; ¿por qué ese cambio de criterio sobre el valor intrínseco de los ciudadanos?
¿Por qué el que ayer se nos presentaba como genio, al día siguiente se le describe como un analfabeto? Esa repentina mutación no puede causar ondas decepciones perturbadoras a los equipos juveniles, a la gente que comienza, pues ven que el mérito vale poco y que los caminos de la intriga, los abyectos de la adulación y el servilismo al cacique político puede más que el propio valer personal. El que representa en su momento todo un valor efectivo electoral es el grande hombre de la patria.
La historia nos dice que hombres con principios morales, éticos e intelectuales y con fundamento en la palabra fueron: José Ramón Adolfo Villeda Morales, Roberto Martínez Ordóñez, Modesto Rodas Alvarado, Horacio Elvir Rojas, Felipe Elvir Rojas, José Simón Azcona del Hoyo y otros más que la historia los registra con respeto y dignidad de ciudadanos probos, honestos y transparentes.
Vivimos a la triquiñuela del voto a quien da más; la vida política de Honduras no se mueve sino a través del hecho electoral. ¿Qué hay, que existe fuera de él? Carecemos de esos organismos permanentes a la manera de derecha e izquierda en los países europeos, que propugna por las mejores obras, las mejores escuelas, los más higiénicos refugios infantiles, las más altas concepciones económicas en beneficio de sus pueblos y para lo que el debate electoral es un hecho apenas accidental momentáneo. Entre nosotros los partidos políticos apenas viven del acecho de la hora electoral; su función esta reducida a la conquista momentánea al voto del pueblo y no a la conquista permanente del alma del pueblo para conducirlo en una determinada dirección. ¡Suprimid el voto libre hacedlo obligatorio y entonces les quitaremos a estos políticos la necesidad de empeñarse en la conquista del voto, ya lograda por la fuerza de la ley, y los obligaremos a ir más al alma y la inteligencia de las masas!
De todo esto debemos deducir como lógica conclusión, como elemental corolario, la necesidad de dar este timonazo profundo en nuestra vida política. El fervor multitudinario no podrá concretarse ni reducirse a la zona electoral que ya está conquistada. El fervor político tendrá de ser la epidérmica primitiva de depositar el voto o de impedir que otro ciudadano deposite el suyo. Hagamos de nuestro pueblo un factor actuante vinculado a sus intereses vitales, en contacto forzoso con ellos. No lo desvinculemos durante 365 días del año, para ir un solo día determinado para ir halagar sus aspiraciones a favor de nuestras corrientes políticas.
La reelección es mal ejemplo para las generaciones futuras, es decir en la forma que se está gestando con vicios altamente dañinos a la sociedad hondureña.
Pueblo hondureño no dejes que te roben la esperanza, la fe y tu libertad. La patria es de todos y estamos en capacidad para dirigir el destino de nuestro pueblo.
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