El síndrome de Penélope, patología de la clase política



El síndrome de Penélope, patología de la clase política

Por PG. Nieto
Asesor y Profesor C.I.S.I.

Entendemos por síndrome: “conjunto de síntomas que concurren unos con otros presentando un cuadro patológico, caracterizando una determinada situación”. En la Odisea, de Homero, encontramos a Penélope, la esposa de Ulises, rey de Ítaca, que marchó a la guerra de Troya tardando 20 años en regresar. Es la fiel compañera que paciente aguarda la vuelta del esposo a pesar de las presiones de los pretendientes quienes, con la excusa de que Ulises después de tantos años seguro que murió, buscan casarse con ella para posicionarse en el trono. La estrategia de Penélope para evitar el acoso fue comprometerse con escoger marido una vez terminase de tejer una manta en el telar. Lo que hacía la ingeniosa mujer era levantarse por la noche para destejer el trabajo que tejía durante el día, y a la mañana siguiente volver a empezar.

Recuerdo hace años, recién nombrado el nuevo gobierno, cuando visité por primera vez la Casa Presidencial por invitación del jefe del Estado Mayor.

Llamó mi atención encontrar despachos semivacíos, incluso el “Altar Q”, a modo de mudanza inacabada. Le pregunté al general por ello y me dijo que “lo que faltaba se lo habían llevado los salientes”. Ordenadores y material de oficina, sillones, esculturas, cuadros, vajillas y cubertería, regalos presidenciales, alfombras, televisores… justificando el militar que esa situación lamentablemente se presentaba con la salida de cada gobierno. La información alumbró un pensamiento preocupante: “Quien tiene una chamba con el Estado puede llegar a plantearse que si sus superiores roban debería también aprovechar sus oportunidades”. Poco después tuve que preparar un informe de inteligencia sobre la situación del país, recuerdo que al final del documento a modo de epílogo incluía lo siguiente: “Honduras dispone de un enorme potencial para su desarrollo, pero pareciera que todo está por hacerse mientras se vive en permanente estado de provisionalidad”. Establezcamos los posibles paralelismos y semejanzas con el poema épico de Homero.

Penélope es Honduras. Ulises es el presidente que el pueblo necesita y espera cada cuatro años. Los pretendientes son los candidatos a cargos públicos, los empresarios que hacen negocios con cada gobierno, los políticos y las autoridades que buscan satisfacer su ego y apego, siendo Penélope la cobertura perfecta para conseguir poder y riqueza espuriamente. La manta que Penélope teje durante el día y desteje en la noche es el patrimonio y las riquezas del país, que los pretendientes esquilman y diluyen en sus cuentas bancarias y paraísos fiscales, restando oportunidades al pueblo para salir de la miseria; manta que volvemos a tejer y destejer con cada administración. Observemos la brutal disonancia social que se produce, ya que por décadas los gobiernos implementan modelos de desarrollo para generar riqueza que simultáneamente están produciendo más pobreza, con lo que la brecha aumenta, evidenciando el fracaso del modelo.

¿Qué ocurre con la llegada de un nuevo gobierno? Que los salientes arrasan como plaga de langostas, y los que llegan no le dan continuidad o mejoran los proyectos anteriores, aunque hayan sido beneficiosos para el pueblo. No piensan en Penélope sino en sus propios intereses argumentando que “ellos lo saben hacer mejor”. Despiden a los empleados vinculados al gobierno saliente cuando son de otro partido, cierran concesiones y contratos para abrir otros nuevos con los que pagar favores; aumentan la estructura de la administración, colocan a sus allegados, solicitan nuevos préstamos en la banca internacional hipotecando el futuro de las próximas generaciones, y cada cuatro años comenzamos a tejer la manta en el telar. Un ejemplo reciente: Este gobierno ha construido cárceles de máxima seguridad reduciendo significativamente los niveles delincuenciales en el país, pero llega el candidato presidencial de la entelequia “Alianza opositora”, quien irresponsablemente vocifera: “Cuando sea presidente lo haré mejor cerrando estas cárceles que no sirven y las construiré en otro lugar”. ¿Detectamos el síndrome?

¿Hasta cuándo la sangría? Empecemos reduciendo el tamaño de una administración sobredimensionada, con exceso de personal y profuso gasto corriente. Hay que articular un catálogo de puestos de trabajo que anualmente quede atado al presupuesto de la República, determinándose los perfiles del personal para cada puesto según capacidad, méritos y antigüedad. Es necesario profesionalizar al trabajador público. Un ejemplo de gravísima irresponsabilidad política es la situación del Registro Nacional de las Personas. Se trata de uno de los pilares de la seguridad nacional, por lo tanto no puede estar en manos del gobierno, de los partidos políticos, o de particulares, sino del Estado. Es de vergüenza lo que ocurre con el RNP en cada proceso electoral. La oposición protesta pero cuando llega al poder mantiene el “estatu quo” porque le beneficia, y así “aetérnum”. En países con democracias consolidadas asume el control del RNP una división especializada de la Policía Nacional. Penélope lleva 35 años esperando al Ulises que necesita.

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