¿Por qué intimida, señor Presidente?



¿Por qué intimida, señor Presidente?

Por Edmundo Orellana
Catedrático universitario


Es costumbre del señor Presidente intimidar. Lo hizo con los diputados que se negaron a satisfacer su capricho de constitucionalizar la Policía Militar. En esa ocasión dijo, sin tapujos, que se negaban por sus vínculos con los capos de la droga.

Años antes, cuando presidía el Congreso, intimidó a los magistrados de la Sala de lo Constitucional porque decretaron la inconstitucionalidad de leyes entrañables para él, como la de “ciudades modelo”. Esa independencia mostrada por los magistrados le hizo temer que estos decidieran otorgar el amparo que presentó quien hoy es su designado presidencial, a la sazón alcalde de la capital y adversario suyo en las internas de su partido, quien solicitaba un nuevo escrutinio, “voto por voto”, alegando que había sido víctima de un colosal fraude y responsabilizaba del mismo a quien hoy funge como Presidente. Para evitar que sus temores se hicieran realidad, los destituyó, violando la Constitución, porque, según él, esos magistrados estaban coludidos con el crimen organizado. Si ese amparo se hubiese otorgado hoy no sería Presidente don JOH.

No se debe descartar, ya que es costumbre suya, que el exalcalde haya sido intimidado con renovar las investigaciones que sobre su gestión municipal estaban paralizadas en el TSC, las que, según denunció un funcionario de esta entidad, revelaban datos que comprometían seriamente esa gestión.
Intimidó también a la vieja guardia de su partido, acusándolos de conspirar contra su gobierno, porque manifestaron su malestar por el marginamiento de que eran objeto.

¿Si esto hizo contra sus correligionarios de qué no será capaz contra sus adversarios políticos? Ya lo estamos viendo.

Revivió la famosa “mancha brava” del Partido Nacional. La envió a las instalaciones de un canal de tv, para amenazar al candidato liberal, Luis Zelaya, quien en ese momento se encontraba en un programa de entrevistas. Lideraba la enardecida turba la gobernadora departamental y un diputado, quienes, por sus altas investiduras, es de suponer que actuaron con la autorización del Presidente. El diputado alegó que la presencia de la renovada “mancha brava” se debía a que Luis Zelaya no reconocía los logros del gobierno de JOH. Esa será la regla: el que no reconozca las bondades de este gobierno, será atacado ferozmente por el Presidente.

Posteriormente, un alto funcionario de su gobierno, interpelado, en un programa de tv, en relación con una supuesta lista de extraditables, dijo, en tono amenazante, no nos hurguen que en esa lista hay de todos los colores. Es decir, reconoció que existía la lista y que los extraditables eran de todos los partidos. Pero, y es lo más reprochable, admitió que él conocía esa lista y que aún no había sido enviada al Poder Judicial. Es evidente que el Presidente retiene la petición de extradición porque incluye a funcionarios de su entorno próximo y para justificar su proceder intimida, por medio de sus voceros.

Con esa justificación, el señor Presidente manda el siguiente mensaje: siendo que hay personajes importantes de todos los partidos, todas las candidaturas serán afectadas, por lo que conviene que el gobierno no la envíe todavía al Poder Judicial. A esto se le llama, en buen romance, “obstrucción de la justicia”. Lo mismo hizo el presidente anterior, cuando reconoció que, para no afectar las elecciones, ocultó información sobre el saqueo del IHSS. Debió haber dicho que calló para no afectar a su partido en esas elecciones, porque la mayoría de los imputados son de su partido, incluyendo el señalamiento del financiamiento a la campaña presidencial.

La diferencia entre el caso del IHSS y este, es que, en este último, se obstruye, además de la hondureña, la justicia gringa, y, específicamente, la federal. Con el agravante de que esa lista ha sido manoseada por funcionarios que nada tienen que ver en su tramitación, como es el caso del funcionario que admitió conocer su contenido, advirtiendo que no hurgaran en la misma porque habría amargas sorpresas para todos.

Ya se le olvidó su lema de “caiga quien caiga” y se quedó únicamente con “hacer lo que tiene que hacer” (lo prefiere a “hacer lo que debe hacer”).

Luis Zelaya ya les dijo: ¡manden la lista! Lo invita a que abandone esa fea costumbre y a que no agregue una ignominia más a su autoritario proceder como Presidente, obstruyendo la justicia, para evitar que ese pueblo a quien le está pidiendo el voto para su reelección, siga siendo flagelado por el crimen organizado.

Recurrir a la intimidación es una señal inequívoca de que está en peligro su candidatura. Y llegar al extremo de revivir la “mancha brava” y echarla contra el candidato liberal, sin temor de que el reprochable acto sea público, revela que la candidatura de Luis Zelaya es una real amenaza a su inconstitucional proyecto continuista.

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