Razón y pasión, conceptos contrarios

Razón y pasión, conceptos contrarios

Por: Segisfredo Infante
Allá por 1995 me aproximé, por primera vez, a un libro del filósofo italiano Remo Bodei, titulado “Geometría de las pasiones; miedo, esperanza, felicidad: filosofía y uso político”, un nombre demasiado largo al tratarse de la obra de un escritor y profesor experimentado. Por regla general los escritores inexpertos, aunque posean calidad textual, escriben unos títulos larguísimos y publican sus nombres completos, aquí en Honduras o en cualquier parte del planeta. Debe existir algún misterio en tal tendencia, que sospecho se conecta a las exigencias familiares; a las burlas de los falsos amigos; a los formalismos académicos excesivos; y al deseo de una “segura” posteridad jurídica.

El caso es que la “Geometría de las Pasiones” llamó mi atención desde el principio, en tanto que me pareció un libro de atractivo titular por la supuesta relación de dos conceptos antitéticos o contrarios. Algo desacostumbrado había en tal sugerencia. Sin embargo, me resultaba casi imposible digerir la imagen de la geometría “perfecta” con las pasiones a veces descontroladas de los seres humanos. No existía ningún interés, de parte mía, en negar o rechazar la pasión como algo propio de la condición humana, habida cuenta de mi formación previa en las lecturas sistemáticas vitalistas de la filosofía de Henry Bergson, y de la “razón vital” de Ortega y Gasset. Mi curiosidad, más bien, me conducía por el extraño cauce, quizás un poco ripiado, que Remo Bodei había fabricado a partir, quizás, del concepto griego de “geometría” abstracta, hermanándolo con el de “razón”, para atrapar, dentro del mismo cauce, el mundo de las pasiones viejas, modernas y contemporáneas. Así que abandoné la lectura, en 1995, de aquel interesante libro.

Ahora que lo he vuelto a hojear aparecen algunas claridades inesperadas. Tal cosa a pesar mío y muy a pesar del escritor Bodei. Lo primero que se me ocurre es que Aristóteles, conocedor de la geometría y creador de la “lógica aristotélica”, se hubiera opuesto a la elaboración de un libro de tal naturaleza. Cuando menos se hubiera opuesto a titular un manuscrito en una relación forzada entre “geometría” griega y “pasión”. Tampoco le hubiese gustado asociar este concepto matemático al de “razón”, en tanto que Aristóteles se distanciaba de los pitagóricos, y la verdadera razón filosófica especulativa estaba asociada, según él, a diversos conocimientos, incluyendo el de los números ideales, pero sin aquellos reduccionismos matemáticos en que suelen caer algunos teóricos de ayer y de hoy.

Muchos siglos antes que Guillermo Hegel, el señor Aristóteles había discurrido en torno de la teoría de las contradicciones, y de los contrarios, con unas sutilezas que dejarían pasmados, o encantados, a los filósofos contemporáneos. Así que el razonamiento intelectivo y la pasión derivada de los puros instintos, son dos conceptos que pertenecen a dos reinos o contenidos diferentes. De donde deviene que la “razón” y la “pasión” son conceptos contrarios, o antitéticos, aun cuando en la vida concreta las pasiones inunden a personas racionales. Quizás por eso Aristóteles trabajó el concepto de “intermedio”, que unos veintidós siglos más tarde, el alemán Guillermo Hegel retomaría como intermediación entre el sujeto y el objeto. Así que la cosa es más compleja, y la pasión, desde mi punto de vista, es un fenómeno intermedio que opera entre la vida instintiva y la razón, considerando que hay pasiones nobles y enaltecedoras del individuo, y por otra parte existen pasiones desbordantes propias de la animalidad, la malacrianza, la irracionalidad y la criminalidad, inclusive en los territorios de la ideología y la política, como quedó evidenciado durante casi todo el siglo veinte, y ahora parte del veintiuno.

No juzgaré con una segunda aproximación la “Geometría de las Pasiones” de Remo Bodei. Es evidente que necesito más estudio. Pero quisiera anticipar que para las pasiones quizás los números más apropiados, forzando un poco “la lógica de las cosas”, sean los de las matemáticas fractales, quedando en un tercer plano la geometría griega. A menos que hiciéramos aproximaciones al tema con las nuevas geometrías hiperbólicas e imaginarias del matemático y físico ruso del siglo diecinueve, el genial Nikolai Lovachevski. Por de pronto debo ponderar que el razonamiento frío, o aislado de la vida, tiende a deshumanizar al “Hombre”, sin capacidad de amar y de hacer algo positivo por el prójimo. Parejamente las pasiones descontroladas podrían conducir a la destrucción del ser humano individual, y de la especie misma, según se desprende de los lenguajes y acciones de los fanáticos.

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