Ignorar a Nasralla

Ignorar a Nasralla

Por Juan Ramón Martínez

Nasralla tiene una estrategia muy clara. Quiere provocar a todo el mundo, para que le tomen en cuenta, le entrevisten y, de esta manera el pueblo sepa, qué es lo que piensa sobre todo. Lo divino y lo humano. De este modo, será el candidato más entrevistado, el que más critica al gobierno y el que, nos incita a que lo veamos como el líder natural de la oposición. Y todo ello, sin que le cueste un centavo: tan solo con abrir la boca, provocarnos y acusar al gobierno y, a los demás políticos, de responsables de todos los males nacionales. Eso hizo Trump en los Estados Unidos, en donde –y aquí puede ocurrir– se creía que los electores votaban en función de las opiniones de los grandes, medianos y locales medios de comunicación. Y que por ello, con tal que le criticaran, los electores, le darían la espalda. Algunos lo hicieron. Pero los más indignados con el sistema, en los estados más deprimidos, votaron en su favor. La ventaja que tenemos es que ahora, convertido Trump en presidente, sabemos cómo se comporta un hombre que obtiene resultados mediante una turbia maniobra que aquí está empezando a poner en práctica, el candidato presidencial de Libre.

Igual que en la campaña electoral de los Estados Unidos, aquí los medios de comunicación están, en contra de Nasralla. No solo por su esperpéntica figura, su incontinencia verbal y su falta de consistencia, entre lo que dice hoy y lo que sostendrá mañana, sino por el hecho que se ha prestado para ser un juguete, al servicio de una propuesta que desde el 2008, amenaza la existencia de la nación, compromete la libertad y la democracia de los hondureños, buscando convertir a Honduras en una colonia bajo la dirección de Maduro, maestro, chofer, mentor y agente financiero por momentos, del líder máximo de Libre, Manuel Zelaya. Pero esta oposición, en vez de hacerle daño a Nasralla, tal como lo confirman las encuestas, más bien lo favorece. Cosa que nadie comprende, –por lo menos inicialmente– en vista que la masa crítica de Libre no lo respalda, el PAC se ha destruido en mil pedazos y muy pocos hondureños, en ejercicio normal de sus mentes, apoya con sus votos, a un candidato que, lo que menos provoca, es respeto.

Pero aquí es donde está la explicación: en la medida en que los medios de comunicación hacen su papel y desnudan las vergüenzas del candidato de Libre, convirtiéndolo en un hazmereír, los indignados con el sistema –cuyo número no calculado todavía, y que integran los jóvenes menospreciados, los universitarios desempleados, los nacionalistas excluidos por el círculo de hierro de JOH, los viejos cachurecos que han sido ignorados por los jóvenes que se sienten y se comportan como inmortales; y, especialmente por la población cansada que, ha concluido razonablemente creyendo que la clase política, con la excepción de la de Libre, es responsable por la pobreza y la situación marginal de las enormes mayorías del electorado nacional– siguen dándole su respaldo. No porque valoren algún mérito suyo. Sino, porque es el único que puede ofender, castigar ejemplarmente y eliminar al final, a una casta política que, desde la perspectiva de los resentidos hondureños, que están a la vuelta de cualquiera esquina, el campo y la ciudad, es Salvador Nasralla.

Como esta lógica, fue la que condujo a los Estados Unidos a la encrucijada que, incluso les puede llevar a la guerra civil, es necesario que efectuemos, una revisión de la postura de los medios de comunicación hacia la imagen y declaraciones del candidato de Libre, Salvador Nasralla.

En primer lugar, no deben usarlo para volver invisible a Luis Zelaya. E impedirle a este, efectuar su función de fuerza opositora racional, comedida e inteligente, dentro del sistema establecido. Que asegura la paz y la vigencia de la democracia. Después, ilustrar a los electores sobre los políticos que amenazan la paz. De forma que los medios, como hacen cuando los huracanes amenazan las costas hondureñas, deben dedicarse a preparar a los electores para que se defiendan, mostrando la peligrosidad de Nasralla. Muy sencillo: ignorándolo. No oyéndole. No entrevistándolo. Cosa que terminará por desesperarlo. Obligándolo al comedimiento, la tolerancia y la madurez. Con lo que él y todos, saldremos ganando.

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