Tocando puertas

Tocando puertas
Editorial La Tribuna
UNOS acudieron alborozados, otros a regaña dientes, mientras hay quienes fueron dizque solo a escuchar si lo dicho conjuga con sus intereses políticos de grupo. Sin embargo, ninguno de los invitados rechazó la invitación del nuevo Secretario General de la OEA y del facilitador internacional del diálogo nacional, lo cual ya es un avance. Las personalidades internacionales que llegaron, a solicitud del Estado de Honduras –ya que legalmente el Presidente tiene la facultad constitucional de “Dirigir la política general del Estado y representarlo”– arribaron el fin de semana. A propósito, no está de más consignar que también entre las atribuciones constitucionales de la Presidencia de la República están, entre otras: “Dirigir la política y las relaciones internacionales”.
Lo anterior es para refrescar la memoria de los ciudadanos respetuosos de la ley, ya que a los que les valga un bledo lo escrito en la Constitución, convencidos que el país debe regirse por el capricho político del momento, eso no pasa de ser papel mojado. Los anarquistas tienen ese común denominador, de rechazar toda norma legal o de sometimiento al Estado de Derecho. Regresando al tema que nos incumbe, los distinguidos invitados expresaron que “van a tocar las puertas y acudirán a todas las que se abran”, como queriendo dar a entender que todos están convidados, sin excepción alguna, para que este proceso de dialogar, con el ánimo de encontrar acuerdos en el mar de desencuentros que ha vuelto a polarizar a la sociedad hondureña, sea lo más incluyente posible. No deja de entusiasmar el solo hecho que el país pueda encontrar un camino civilizado para dirimir sus diferencias, atenuar la crispación y volver a recuperar la agenda nacional sobre la temática que preocupa a la mayor parte de la población.
Sin embargo, en lo particular, subsiste un sentimiento de tristeza –que a la vez lastima el orgullo nacional– enterarse que para dialogar entre hondureños, sobre una agenda de problemas internos, se ocupe la mediación de entes internacionales, porque aquí nuevamente se agotaron las avenidas de congeniar entre nosotros. Eso del “acompañamiento internacional” y de las “veedurías externas” ya forma parte del lenguaje académico acostumbrado que, como exigencia, las autoridades universitarias colocan en las mesas de discusión, alegando motivos de desconfianza en las soluciones nacionales, a no ser que medie la intervención de factores externos o personeros internacionales a los que dispensan virtudes de mayor credibilidad. (La ironía es que la receta que ofrecen a los demás en casa la rechazan cuando se trata de achaques internos). Como decíamos ayer se han reducido los espacios para el debate racional. El conflicto aquel instigó odios obstinados que lejos de apaciguarse –siquiera para dar al alma serenidad cristiana– resurgen tonificados después de la tregua. Toda esa supuesta reconciliación solo fue para reagruparse y volver a la carga con mayor insidia. Nada pensando en Honduras o en la solución de los enormes problemas que afligen al pobre pueblo pobre. Para concluir con una nota positiva, esperemos que este proceso de diálogo sirva para diluir la agitación que se ha vivido en los últimos meses. La gravedad de las urgencias nacionales no toleran que el país vuelva a perder el rumbo o el tiempo precioso que exigen los gigantescos retos que tiene enfrente, enfrascado en las mismas reyertas estériles de siempre.

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