Fiesta para largo

Fiesta para largo
Editorial La Prensa





Lo que no cuesta se hace fiesta y, por lo visto, oído y conocido de primera mano, el jolgorio va para largo porque el arca sigue abierta y no parece que haya quien la cierre, aunque queden atrapadas las manos que agarran lo ajeno. En un reciente editorial nos referíamos a la ausencia de agravantes en el delito cuando el acusado es autoridad, así como el respaldo y el respeto que merece para cumplir su responsabilidad. Aquello de la gallina es lo de nunca acabar porque lo de los millones está aún por empezar.
Puede parecer chiste, pero ¿necesita una mansión con bar exterior y piscina, aunque sea pequeña? Mantenga la ilusión si tiene cuello. Lo mismo le puede suceder, con un conecte, para poseer ganado, vehículo, equipo para construcción, mobiliario, menaje y hasta una costosa obra de arte.
Si no fuera por lo dramático de la situación y el reflejo evidente de la descomposición social en la dimensión de corrupción, seguiríamos con la ironía y el sarcasmo, pero es tan grande el costo humano, traducido en muerte, dolor y desesperación, que estamos pagando los hondureños y la lentitud con que se afronta este grave problema que, por imperativo de supervivencia, es necesaria la denuncia y su seguimiento para el adecentamiento moral, el comportamiento ético y el imperio de justicia.
Ahora resulta que los guardadores de los bienes incautados se pasan al bando contrario y habrá que incautarles sus bienes por procedencia ilegal al adquirirlos, o bien por el pago de minialquileres que, incluso, fueron desviados. ¡Menuda guaca! No tanto como la saca de dólares allá en la montaña, pero con participantes de la misma ralea.
El Consejo Nacional Anticorrupción ha tirado del hilo para desenredar la madeja que, sin duda, se hallará bien enredada, puesto que la desidia en poner orden y enfrentar las acciones delictivas en la administración pública ha ido engrosando la bola de nieve montaña abajo con la amenaza de aplastarnos. Decisiones inmediatas y contundentes pueden ir reparando la confianza y la credibilidad que también exigen, para ayer, sentencias en los tribunales, particularmente en aquellos a quienes se les confió los bienes y recursos del Estado.
El caso de la Oficina Administradora de Bienes Incautados (Oabi) no debe pasar como negligencia administrativa, pues evidenciaría el doble discurso tradicional, el de las palabras, bonito y elaborado, y el de los hechos, dejar pasar, porque lo de hoy sigue manteniendo la oportunidad para los de mañana, con cada vez más grave daño a la calidad de vida de los hondureños.

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