Equinoccio de marzo

EQUINOCCIO DE MARZO

e
JUSTAMENTE en estos días coincide el llamado “Equinoccio de Marzo”, más conocido como “Equinoccio de Primavera”. Es una de las temporadas más hermosas del año, en cualquier parte del mundo, ya sea porque comienza el deshielo en los países del Hemisferio Norte. O la época de las flores en las vastas regiones del trópico, con los días y las noches igualmente largos. En Suramérica se habla, también, en estas mismas fechas, del “Equinoccio de Otoño”. Algo muy diferente de lo nuestro. Trataremos de identificar, entonces, el fenómeno climático, o estacional, desde las particularidades de Honduras.
La primavera en nuestro país es significativamente seca. Parecida a los inicios del verano, con algunos ventarrones y tormentas ocasionales, como “el aguacero de los chiquirines” y el del “Día de la Cruz”. Sin embargo, por aquí y por allá comienzan a brotar las flores de diversos árboles, enredaderas y arbustos, generalmente silvestres, porque todavía luce limitado el renglón de las hortalizas y las jardinerías, en tanto que lo que predomina, en diversos puntos geográficos, es la vieja agricultura de subsistencia, con expresiones monocultivistas y bicultivistas. La excepción de la regla es el café.
Árboles y arbustos, pese a la sequedad del ambiente, se llenan de vida. Lo que incluye a la maleza con sus girasoles; a los macuelizos con sus flores avioletadas; y a los sanjuanes y caraos con sus flores magnéticamente amarillas, cuyas bellezas persisten a pesar de las quemas por doquier, provocadas por los pirómanos  de todos los años. Por otra parte, algunas frutas se vuelven abundantes como los mangos y las ciruelas del sur. Las sandías y los melones son golosinas en las ventas a los lados de las carreteras y caminos, que se tornan un manjar para los viajeros que regresan con devoción a sus recónditos lugares de origen. No así para los turistas playeros cuyos objetivos visuales son distintos, interesados en la banalidad de lo estrepitoso. No en los valores de los paisajes hondureños ni mucho menos en la larga época cuaresmal, entrelazada con los antiguos principios cristianos, de austeridad, humildad y fraternidad.
Las cigarras y los chiquirines comienzan a entonar sus intensos sonsonetes, como signo clarísimo de todo lo primaveral, en que también coincide la “Semana Santa”, o “Semana Mayor”, muy irrespetada por los turistas playeros, dicho sea de paso. Sin embargo, hay que destacar que es una temporada propicia para las reflexiones profundas de toda índole, especialmente religiosas y místicas de largo alcance. Es una época en que a pesar de todos los pesares, la gente buena se podría serenar con miras de encontrarle un sentido superior a la vida; o con la idea de proyectar hacia el futuro algunos mejores planes para los individuos, las familias y el país, hoy por hoy atrapado en la morbosidad de la violencia. Incluso los violentos extremos podrían, tal vez, recapacitar bajo el mensaje amoroso y misericordioso de Jesucristo, comenzando por respetar la vida sagrada de los demás, que incluye la de sus propios descendientes. Un cambio gradual, por pequeño que sea, podría convertirse en un signo de esperanza para unos pocos, y para muchos después. Nada se pierde con intentar una pequeña transformación en la rutina de los violentos, que asesinan a sangre fría a sus hermanos hondureños, con motivos o sin motivos.
A pesar de las posibles contaminaciones virales cuyos radios de alcance crecen en estos días, provocadas, principalmente, por los zancudos que transmiten el dengue y sus horribles variantes como la “chikungunya”, se respira un ambiente tranquilo y hermoso a partir del “Equinoccio de Marzo”, con su larga temporada primaveral. Es uno de los momentos llamativos para poder apreciar las cosas realmente buenas que tiene Honduras, incluyendo su paisaje colorido y su gastronomía popular. ¡No despreciemos lo nuestro!

Comentarios

Entradas populares