Pedagogía del debate

PEDAGOGÍA DEL DEBATE


La creación del Ministerio de Seguridad como sombrilla civil a la Policía Nacional, igualmente sin menospreciar los rangos policiales. La preeminencia de la investidura presidencial, como titular del Ejecutivo, quien tiene a su cargo la administración general del Estado. Y en armonía con ello el manejo de los presupuestos por los secretarios de Estado en su condición de colaboradores del Presidente, no como antes, utilizados como apéndices de la superioridad militar. Fue importante elevar el Comisionado de los Derechos Humanos a figura constitucional, que comenzó siendo una oficina del Ejecutivo. Incorporar el Ministerio Público e incluirlo en texto constitucional. Lo del Tribunal de Cuentas sustituyendo los entes contralores y de probidad. La mayor autonomía al Tribunal Supremo Electoral. Algunas de las reformas para fortalecer el Poder Judicial. Sin duda hay otras que se nos escapan. Lo de abolir el servicio militar obligatorio –la única iniciativa que partió del Poder Ejecutivo en aquel período– para convertirlo en voluntario, tuvo su justificación en la forma inhumana en que muchos compatriotas eran cazados para ingresarlos a la tropa.VARIAS
 de esas reformas constitucionales, si bien parecían ser populares o ajustadas a la moda del momento, a la larga han tenido consecuencias. Algunas resultaron bien. Aunque otras, para desgracia del país, no. El manoseo constitucional no ha sido beneficioso. Además que empíricos sastres y costureras, en el apuro de remendar lo que estaban deshilachando, poca atención dieron a la armonía que debe guardar el texto de la carta fundamental. La vaina es que toma años percatarse del daño. Por el lado de las reformas necesarias, están las orientadas a someter la fuerza militar a la égida del poder civil: La eliminación de la Jefatura de las Fuerzas Armadas –autonomía concedida en una época como parte de un acuerdo para avalar la elección de segundo grado–sustituida por el Estado Mayor Conjunto, garantizando la preeminencia presidencial pero respetando el mando y la jerarquización militar.
Pero al margen de esa práctica detestable, el servicio militar tenía la ventaja de infundir disciplina a muchos hondureños. La milicia sirve para enderezar conductas y formar reciedumbre en la persona. En nuestro humilde criterio, la iniciativa se quedó corta ya que todo ciudadano tiene el deber de servir a la Patria. Si no en la milicia, un “Servicio Patriótico Obligatorio”, que bien pudo ser un trabajo social en infinidad de tareas que el país ocupa por sus tantas carencias. El servicio militar no es algo que el ciudadano ofrece al ejército sino a Honduras. Otras reformas constitucionales son cuestionables: Como aquella que eliminó la facultad del Congreso de declarar la formación de causa a los altos funcionarios, llevándose de patilla el juicio político –recosido recientemente para corregir el error– pretendiendo abolir las inmunidades a los diputados. No vamos a referirnos a los enclaves de privilegio en el territorio nacional, dizque para crear polos de desarrollo, con reglas y condiciones distintas a las que se someten los hondureños en el resto del país, ya que sobre eso hemos hablado de sobra en este espacio editorial. Ni a la consulta directa introducida en un sistema de gobierno representativo. Varios parches, fueron declarados inconstitucionales. Y otros si se sometieran a juridicidad –en la instancia jurisdiccional– seguramente correrían igual suerte. Qué bueno sería si las cosas de Estado pudieran separarse del magreo político. Analizar la recién creada Policía Militar bajo el prisma de los vacíos existentes y de la espantosa violencia que azota. Del desplome de las instituciones estatales mientras crecía la infraestructura delictiva de las “maras”, del narcotráfico, y del crimen organizado. De fenómenos sanguinarios desconocidos y de crímenes terribles, despiadados –que en el cercano pasado eran ajenos a la vida más tranquila y sosegada de la sociedad–equiparables al terrorismo, que toman al país con los calzones en la mano, para situarlo entre los más violentos del mundo. Lástima que la escasa pedagogía del debate público impida diferenciar los temas que deban tratarse como asunto de Estado de los meramente sectarios. Como cualquiera escupe juicios políticos al garete y para ofrecer opiniones políticas no se ocupa de mayor formación, a eso terminan arrastrando al amable público en casi todas las discusiones nacionales.

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