Estudiantes y cantinas

ESTUDIANTES Y CANTINAS

AHORA con el inicio del año escolar, es oportuna la siguiente reflexión. La educación no sufre solamente por deficiencias del sistema educativo. Digamos, la interrupción de clases en forma repetida que tanto daño hizo al aprendizaje, instigada por dirigencias magisteriales indolentes y politizadas, hasta que llegó a poner orden el actual ministro de Educación. Hoy los docentes, en todas partes del país, haciendo honor a los postulados de su noble vocación, imparten clases regularmente. Ello, sin duda, es un avance que merece reconocimiento. Sin embargo hay otros lastres. Los vicios. La droga que se consume en el entorno escolar. O la bebida. El manejo de estas calamidades rebasa el control de la autoridad escolar y de la misma autoridad educativa. Son males que desgarran las permisivas sociedades modernas. Que delatan la pérdida de valores morales, éticos y espirituales. Son problemas sociales cuyo origen está en la fragilidad del ambiente familiar pero que trascienden al ámbito de las escuelas, de los colegios, de los institutos y de las universidades. La pérdida de la relación cercana de los padres con sus hijos como la vinculación tutelar de los maestros con sus alumnos.
Respondiendo a un reportaje de LA TRIBUNA, de los abundantes “chupaderos” aledaños a los colegios e institutos, en forma sorpresiva autoridades policiales realizaron un operativo en cantinas y bares de diversos barrios y colonias de la capital. No tardaron mucho en pillar a menores de edad, entre ellos estudiantes, ingiriendo bebidas alcohólicas. “En la operación participaron más de 40 elementos de la Policía Preventiva y la Policía Militar del Orden Público (PMOP), quienes hicieron cateos en al menos seis puestos de venta, con el fin de encontrar in fraganti a los menores de edad consumiendo bebidas alcohólicas y cigarrillos”. Obviamente las inspecciones fueron en forma selectiva. Pero si hicieran un mapeo de toda la ciudad, se darían gusto capturando infractores en expendios, en bares, en billares y en cantinas. Tanto a los propietarios de esos negocios que abren sus establecimientos a horas inadecuadas y dan licor a menores de edad, como a los propios alumnos irresponsables que a tan temprana edad ya son proclives a los vicios.
Los operativos policiales por supuesto que van a ayudar, como disuasivo, a desalentar esta conducta torcida. Más si se realizan estos operativos sorpresivos, cubriendo los alrededores de todos los establecimientos educativos que hay en la ciudad. Ayudará que la alcaldía municipal tome cartas en el asunto. Velando se cumpla la Ley de Convivencia Ciudadana. En lo que concierne a la ubicación de estas cantinas, a los horarios de venta de bebidas, para que no coincidan con las horas de clases, de los que se encuentran a inmediaciones de los centros educativos. Como la prohibición de ofrecer bebida a menores de edad. Ayudará si la alcaldía se involucra en charlas con los directores de colegios instándolos a tomar medidas internas. Restringir la salida de alumnos a cualquier hora del local. Pero eso solo toca la superficie. Las raíces de esta invalidez en que ha caído la sociedad son profundas. Una maraña de vicios entrelazados con otras conductas nocivas más peligrosas que espantan. Se dan como evidencia de este deterioro en que estamos, pero poco o nada se hace por corregirlas.

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