Trancas, boquetes,transporte público

TRANCAS, BOQUETES, TRANSPORTE PÚBLICO

31 diciembre, 2014 Sección Editorial La Tribuna


MUCHOS capitalinos piensan que el actual alcalde, hasta el momento, ha hecho una buena labor. Le acreditan la reparación de alguna infraestructura necesaria, la revisión de las finanzas municipales para otorgarle alguna solvencia a la alcaldía, la disminución de la burocracia eliminando parte del personal supernumerario, la gestión de créditos de organismos internacionales para el inicio de unos proyectos y la continuación de otros y el relleno de baches en sectores de la ciudad con bastante tránsito vehicular. Más que todo le reconocen su carácter servicial y la forma diligente –con unos tres teléfonos en la mano– como atiende personalmente muchos problemas que aquejan a los capitalinos desde tempranas horas del día hasta horas ya no laborables.
Sin embargo, todavía no ha logrado desatorar el endemoniado hormiguero. Una forma de empezar sería botando esos portones colocados en medio de las vías públicas que obstaculizan la libre circulación. Como las calles no pertenecen a la alcaldía ni a autoridad alguna, cualquier autorización concedida para cerrar accesos –salvo en forma temporal cuando se trate de alguna emergencia– es arbitraria. El reglamento que emitieron permitiendo esos excesos es ilegal. Excede las normas contenidas en la ley y las facultades de la alcaldía. Los tales barrios seguros fueron un invento de la pasada administración queriendo imitar los privilegios con que cuentan los circuitos cerrados. Pero una cosa es un complejo de viviendas cuyo acceso no conduce a ningún otro lugar, por lo que no se impide la libre circulación y otra es la calle que pasa por un centro residencial que se comunica con otras calles y avenidas que conducen a otros sectores de la ciudad.
No solo en eso, pero el desorden que impera en la capital es tanto responsabilidad de la falta de respeto a la ley de la comunidad como de la misma autoridad municipal. La falta de planificación y de diseño ordenado hicieron que la ciudad colapsara. Distintas administraciones edilicias extendieron permisos de construcción a la zumba marumba, haciendo de la hacinada capital un relajo de once mil vírgenes. Ese negocio de vivos de poner trancas a media calle para cobrar vigilancia a la zona residencial enjaulada es solo una parte de esos abusos. Lo otro que lamentamos es el fin que tuvo el Trans-450. Esta fue una iniciativa concebida en un inicio como un proyecto de transporte público. Operado por la municipalidad, para inducir la competencia en el sector, reducir el costo de los pasajes, ofrecer un mejor servicio a los usuarios. Así que hay que lamentar que fuera cedido –sin licitación sino en base a una cuestionada negociación–a los mismos dueños del transporte. Algún interés político prevaleció en esa decisión que, según dijo el actual alcalde, fue un entuerto que le heredaron sin que pudiera capearlo.
Cuando concluyan esa gran obra y la pongan en funcionamiento, los capitalinos verán como lejos de resolver el problema, la ciudad perdió la oportunidad de tener un transporte público como alternativa. Para finalizar, volvemos a recordar, a quien tenga a su cargo el funcionamiento de ese paso a desnivel del anillo periférico en la salida a Valle de Ángeles –esto no es responsabilidad de la alcaldía sino del gobierno central– que tapen esos boquetes que hicieron en la mediana. Suficiente experiencia hay del desastre que provocó el laberinto de los tres carriles ideado por chapuceros, para que quieran arruinar una obra tan bonita recién inaugurada. Ah, y bajen los precios del pasaje del transporte que la gasolina ya cuesta la mitad.

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