Tanto va el cántaro...
TANTO VA EL CÁNTARO
9 septiembre, 2014 Sección Editorial La Tribuna
Además, lo que está en el suelo ocupa de estímulos para pretender recuperarse, no que lo sigan aporreando. ¿Por qué será que el FMI no entiende de incentivos al aparato productivo, sino de castigos? Hasta sacar el último zumo al chupado limón, para continuar sufragando el tremendo gasto de la hacienda pública. Lo que les concierne no es la salud económica del país, que al estar bien reportaría mayores rendimientos, sino el ingreso fiscal únicamente. Una economía boyante, con empresas rentables, con buena producción, sería un torrente de ingresos para el gobierno, sin necesidad de cargas tan altas. Pero aquí vienen a hacer las cosas a revés. A un mercado de subsistencia, que no produce ni lo esencial para alimentar a la gente, lo socan más, hasta asfixiarlo. Aún cuando es obvio que el desajuste no es por el lado de la demanda –si esta es de sobrevivencia– sino por el lado de la oferta interna. Al no producir ni lo básico depende de importarlo todo. ¿Sabrán que mucho espolear al prójimo puede provocar un estallido social? La sabiduría popular advierte que “tanto va el cántaro al agua que al fin se quiebra”.
¿Supieron que se perdieron las cosechas? Hubo que aplacar la hambruna, con raciones, en más de 70 municipios, porque esta vez no llovió ni antes ni después de lo esperado. Por esa sequía prolongada, los consumidores han carecido de lo básico de su alimento. Con la desgracia que unas extraviadas carabelas, repletas de “frijoles de utopía” –y hagan el favor de no seguir neceando con los días, los meses y casi el medio año que tardaron en llegar– hasta ahora atracan. Ojalá no sea repletos de gorgojos. Sería injusto poner a competir los frijoles africanos con el grano producido por el esforzado campesino hondureño, ahora que está saliendo la cosecha nacional. Si esta vez los agricultores pierden por el mal precio que les paguen, allí sí, no siembran nada el próximo año. Pasamos por una infernal sequía y ahora que comenzó a llover esos ingratos del SANAA siguen echando el agua una vez a la semana. De no ser por unos barquitos de bunker que llegaron apurados, la gente hubiese tenido que atorarse, además de los bestiales racionamientos de agua, los de energía eléctrica. (Ni se les ocurra trepar las tarifas de la ENEE). Lo anterior solo es parte del más reciente calvario sufrido por el amable público consumidor que no está de humor para más ajustes. No hay que abusar de la paciencia. En cualquier momento, los crispados se revuelven y nadie quiere indignados en las calles. Que Dios nos guarde si el frágil cántaro, que tanto ha costado remendar, vuelve a romperse. Aparte, si la Casa de Gobierno hace esforzado intento por infundir optimismo, si no van a ayudar, que no fastidien.
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