LOS CALAMBRES Y EL ALIVIO

LOS CALAMBRES Y EL ALIVIO




Septiembre 25, 2014


26 septiembre, 2014 Sección Editorial diario La Tribuna


arquero3OJALÁ no le vaya a tocar al pobre pueblo pobre recibir la descarga eléctrica de incrementos de tarifas de energía. Esa exigencia, a todas luces es del FMI para suscribir un nuevo acuerdo. Bien le advertimos a la antipática Comisión de Transición cuando se disparó con aquel paquete de ajustes tributarios, que si aquello no era algo tratado en el marco de una formal negociación, el tata Fondo y sus melindrosas tías “las zanatas”, adelante, iban a exigir más. Si con aquella sobijada a la postrada economía la atolondraron más, quién sabe cómo quedaría con estos calambres que el FMI quiere aplicar.
Se escucha un fuerte clamor sobre lo imperioso de firmar con el FMI. Sin el certificado de buena conducta –arguyen– las aves agoreras no desembolsan los recursos para que el país siga enjaranándose. Como la producción es una calamidad, el país para sostenerse ocupa de fondos externos. Ya la deuda es superior a lo que era antes de aquella histórica condonación. Cuando habilitaron recursos que irían a la reducción de la pobreza pero tristemente se desviaron a otros menesteres. El borrón solo consiguió que el país volviese a endeudarse. Así que, por mientras haya préstamos disponibles, los gobiernos van a salir de los apuros utilizándolos. Es evidente la presión por suscribir ese acuerdo. Sin embargo, ya ratos y hasta la saciedad hemos explicado lo mal que está la economía. Hemos detallado los esfuerzos heroicos que hacen los comercios, los negocios, las industrias, las empresas para subsistir. Esperanzados en una recuperación que no llega.
Como estos del Fondo no salieron de oficinas con aire acondicionado, no fueron a las tiendas, a las pulperías, a los mercados, a las farmacias, a los comedores, a las “pupuseras”, a los almacenes, a los “moles”; no se percataron de lo decaído que está el mercado. En Washington el remedio a la recesión es bajar impuestos, elevar el gasto público y bajar los intereses. Aquí las aves agoreras exigen que se haga lo contrario. Que al agónico, que se encuentra con respiración artificial, lo ahoguen hasta que no haya pulso. Con los elevados costos actuales los empresarios grandes, medianos y pequeños –con excepción de los que ganan en las crisis y de los que explotan el negocio de la droga– están fuera de competencia. Ha disminuido el ritmo de la economía y todos se quejan del poco circulante. Las ventas en los negocios están de capa caída esperando que venga la Navidad, implorando un milagro para sacar el año.
Después de la sequía, de la falta de frijoles, de los brutales racionamientos de agua, poco aconsejable sería atravesar al consumidor esos toques eléctricos. Bien puede ser que nada suceda. Porque los indignados criollos no son, como en otros lugares, que buscan las calles para desahogarse. Y la gente en su inmensa mayoría lo menos que quiere son molotes para desestabilizar lo que tanto ha costado volver a medio enderezar. Más bien anda rogando que las cosas vayan bien porque de eso depende su propio bienestar. Más delicado porque aquí no hay plan de ahorro. Solo vean ese desorden vehicular de la ciudad capital, el despiadado derroche de combustible, las trancas por todos lados en la hacinada ciudad impidiendo la libre circulación. Menos mal que el mandatario desde allá de Nueva York alienta que eso del incremento de tarifas es una campaña de malos hondureños y que ello sería solo como última medida, pues antes van a buscar otros caminos para rescatar la ENEE.

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