Una vida destrozada:sin paz

Una vida destrozada: sin paz
Quizás es una situación lamentablemente desafortunada, que me ha tocado vivir, de repente fui bruscamente desarraigado de todo mi entorno laboral, familiar y de ciudad, ante la amenaza inminente de lastimar a alguno de mi familia, y todo por negarme a pagar una extorsión a un grupo de delincuentes cobardes, pues se escudan en el anonimato y atacan a mansalva y a traición, esto me llevó a tomar una drástica decisión de abandonar todo, desarraigados por completo, a los malvivientes, no les quedó otro recurso de destruir nuestra casa, y a nosotros, vivir como ladrones , ocultándonos en la ciudad grande, con apenas mostrar actividad familiar y totalmente inermes ante la impunidad de que gozan estos delincuentes, lo que nos ha llevado a permanecer en la clandestinidad, sobreviviendo a expensas de unos escasos recursos económicos que cada día desaparecen y ante una actividad laboral nula, ya que todos estamos desempleados y sin esperanzas al menos los mayores de tener oportunidad laboral, ya que somos de la tercera edad, en un medio en donde difícilmente seamos tomados para una oportunidad de trabajo, y lo único que nos espera es la muerte como solución a la incapacidad de cubrir nuestras necesidades básicas, situación lamentable, que nos está llevando a un cuadro depresivo y a una desesperanza en donde no tenemos cabida, pues la sociedad hondureña está tremendamente dañada y golpeada por una delincuencia que día a día se fortalece, pues ha logrado infiltrar a la policía, los operadores de justicia , la fiscalía, a la clase política, en fin todos los estamentos de la hondureñidad se encuentran sujetos a la barbarie que estos grupos asestan impunemente a cada familia.
Deseamos salir del país, pues la vida que tenemos no es vida, pues hemos perdido la paz y esta está muy difícil que nos sea restituida, aunque se militarice al país, pues a pesar de ello, la delincuencia no ceja de asesinar a personas que su único pecado es oponerse a ser despojados de todo lo que les ha costado toda una vida, y quedar en la vil calle, para satisfacer los deseos de personas enfermas que se sienten con el derecho de despojar a los demás, so pena de muerte, triste realidad, que no podemos ignorar los hondureños, pero que la estamos viviendo crudamente, en donde el pueblo es el que sufre los embates de la delincuencia, y con temor de denunciar pues es sabido, que después de interponer una denuncia, estos son ajusticiados por soplones, y entonces quedamos en un estado de indefección, en donde solo queda callar, emigrar y desaparecer aunque muy difícil, pues somos fácilmente identificados y ser continuamente acosados, para despojarnos de lo poco que hemos logrado rescatar.
Ya no hay confianza en nada ni en nadie,  todo mundo se está encerrando en sus casas, saben que salen a trabajar, pero no saben si regresaran a casa, pues el robo, el asalto y las muertes son el pan diario en nuestra ciudades,  las autoridades lo único que hacen es recopilar estadísticas y casos que quedan en la impunidad, pues no existe una policía verdadera que sea preventiva y de investigación, solamente se dedican  a cuidar las evidencias del crimen, para engrosar las estadísticas, la juventud en nuestro país, está siendo utilizada por los delincuentes mayores para perpetrar crímenes con la atenuante de que las leyes los protegen y por ende quedan exentos de pagar los crímenes, pues desgraciadamente, pululan las ONG´S que protegen a estos delincuentes juveniles, y que en la actualidad son los más sádicos e inescrupulosos, pues son asesinos a sangre fría, pero que no tienen padres pues son hijos de la calle y viven en la calle, pues el estado no cumple su rol de promover y mejorar la calidad de vida de su población, no promueve el fortalecimiento de los núcleos familiares que fortalezcan la convivencia ciudadana y las buenas costumbres.

En conclusión, mi familia ha sido destrozada, sin esperanzas de una vida mejor, simplemente vivir hasta donde Dios lo permita, en la indigencia y la muerte lenta  en donde se languidece hasta llegar a consumir la energía vital que sostiene a estos cuerpos golpeados y traumados por la infelicidad que acompaña a esta cruda realidad que estamos viviendo, aunque vislumbrando una tenue esperanza de que esta situación se revierta, para bien de los hondureños.

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