Maldita burocracia
“MALDITA BUROCRACIA”
11 abril, 2014 Sección Editorial
“LA MALDITA BUROCRACIA”, se quejaba el presidente anterior, frustrado porque mucho de lo que pretendía hacer se atoraba en la maraña impenetrable de burócratas indolentes e insensibles a la urgencia. Pudo constatar que hasta una orden presidencial, quedaba atrapada en la espesa maleza de colaboradores pachorrudos que, una vez encaramados en el puesto, se olvidan que los servidores públicos son eso y nada más. Servidores del pueblo, de la gente común y corriente, de los ciudadanos, de los gobernados, de la sociedad. Se vuelven inaccesibles, se encierran en sus oficinas, no contestan llamadas, se hacen los papos con los mensajes, mientras la necesidad porque algo se resuelva, se traba en el embudo estrecho de las secretarias, asistentes y ayudantes instruidos para negar todo acceso. Se encierran en sus munditos de papeles estériles, de documentos inocuos, de estudios inútiles, incapaces de hacer un pinche mandado.
Indispensables en las comisiones, las juntas, los consejos donde lo sencillo lo complican, lo fácil lo hacen difícil, y lo que debe ser fluido lo empantanan. Pasan dizque ocupados en reuniones donde mucho se platica pero nada se resuelve. Dejan plantada a la gente a la que dieron audiencia –cuando dan la cita– porque tuvieron que atender asuntos apremiantes, cuestiones de emergencia, otra reunión importantísima o un consejo de ministros convocado de urgencia, donde muy poco aportan si varios solo van de oyentes. Como dirían en mi pueblo, a abrir la jeta. Tremenda desilusión para un mandatario activo, decidido, en constante movimiento, que la pachorra, el desinterés, la abulia de algunos de sus colaboradores, la total falta de celeridad para resolver hasta la tarea más simple, retarde lo que lleva apuro. Al ritmo más diligente que permita recuperar tanto tiempo perdido.
Como hay jefes de jefes y asistentes de asistentes, nunca se sabe quién ordena para que se hagan las cosas, o si el que ordena manda, o manda otro más encima o a veces más abajo. La hojarasca impide ver si el acuerdo, la resolución, la decisión, la diligencia se atora por culpa de los zares, de los generales o de los subalternos. En la administración pública las oficinas parecen dirigidas por tráficos dando vía. Vaya allá; y cuando el prójimo llega allá le dicen que no es allí sino que acá. Hable con fulano; pero para comunicarse con fulano, hay que hacerlo por medio de mengano, zutano y perencejo. Tal vez salga mañana, o podría ser pasado o bien la próxima semana. La tupida cordillera, cuesta arriba o guindo abajo, para arreglar cualquier cosa hay que transitarla varias veces hasta que el cansancio agote y la paciencia explote. Quizás sea eso lo que esperan. Que el alma en pena, angustiada por su diligencia, desista por agotamiento, se dé por vencida, y así, no haciendo nada, desaparezca el problema.
El superior tiene auxiliares prestos con la excusa obvia. Que el abrumado funcionario no ha podido atender el problema porque está atareado, si usted supiera, con cosas tan prioritarias, tan delicadas, tan apremiantes que mejor no hay que atrasarlo, o distraerlo, ni pensar en perturbarlo. Aunque al final del día, sentado en la inacción de su propia incompetencia, lo que haga no tenga mayor trascendencia. Así es la maldita burocracia. Si el mandatario está dando el buen ejemplo de agilidad, cuánto alegraría al amable público que le sacaran paso al equipo administrativo.
Editorial diario la Tribuna, de Honduras
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