Cuiden a sus hijos

Cuiden a sus hijos


En la tragedia, cuando el dolor purifica el amor, siempre hay una luz, un trazo de esperanza, quizás difuso, para aferrarse con ahínco a la vida y seguir adelante con fortaleza, como aconseja la sabiduría popular. A ello contribuye eficientemente la solidaridad desbordada en Santa Bárbara y en toda Honduras para acompañar a una madre, cuyo amor y dolor es indelegable.
“Llamo a las madres para que cuiden a sus hijos”, se escuchó en aquella voz quebrada, pero firme, tras días de búsqueda de las hijas, después de conocer el final trágico y antes del último abrazo al féretro. Un cuadro desgarrador, captado por las cámaras, de mucha menor intensidad, sin duda, que el sentimiento íntimo de madre que se desbordó con el “¡cuiden a sus hijos”!
En esta misma columna el jueves anterior expresábamos, tras recordar los tiempos cuando en la casa se escuchaba: “¡Cuidado! ¡Quién es, de qué familia?” al salir los hijos y eso que no había los peligros de hoy: “Nunca es tarde para rectificar y siempre habrá oportunidad para inculcar, en la familia, en la escuela, en la iglesia, la honestidad, la integridad, la responsabilidad que habrán de reflejar los adultos en su conducta para no seguir empujando a los jóvenes hacia la vorágine de una existencia en la que lo material, sin límite, siga siendo la aspiración de los padres para el “bien” de sus hijos.
El riesgo, el peligro, no es inventado, sino real como queda en evidencia cada día, está ahí, como debe estar ahí la familia, primer y principal escudo de defensa con valores a los que nos hemos referido en el párrafo anterior. La referencia primordial a la madre es significativa en nuestra sociedad, pero también el padre es responsable de la educación, formación, de la conducta de los hijos a los que, muchas veces, por tenerlos contentos e, incluso, alejados se les da “gato por liebre”, cumpliendo sus caprichos, aceptando sus exigencias y colocando el éxito material en el centro de sus vidas despojadas de humanidad y sentimientos.
Las leyes suelen ser detallistas, elaboradas con acierto y finamente. Así la Constitución señala que “la familia, el matrimonio, la maternidad y la infancia están bajo la protección del Estado”. El Código de Familia también se presenta como panacea: “Es deber de Estado proteger la familia y las instituciones vinculadas a ella”. Sin embargo, todo ello es un fiasco, pues la única proyección son planillas en las que se cobijan los poderosos de turno.
En la lucha contra la violencia e inseguridad la familia es parte muy importante de la solución. En la prevención se halla el camino hacia el final del túnel. Si está presente también la represión mediante una labor diligente de los operadores de justicia, habrá motivos para el optimismo y para garantizar a las futuras generaciones que en las familias se forje una Honduras mejor.

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