Hay esperanza...



Hay esperanza...
editorial La Tribuna


POR muy opacas, confusas y dolorosas que parezcan las circunstancias de un país o de una sociedad en una época determinada, siempre hay cerebros lúcidos que aconsejan lo mejor para la mayor parte del conglomerado, aun cuando al principio se nieguen a escucharles o leerles; o las incomprensiones y los obstáculos se dibujen y desdibujen como algo insuperable. Honduras particularmente ha enfrentado varios supuestos callejones sin salida, a lo largo y ancho de su historia, pero siempre al final del túnel ha resplandecido la suave lucecita de la esperanza. Lo decimos por las posibles analogías que pudieran desprenderse de las circunstancias actuales.
Como no queremos enumerar los problemas evidentes y los escondidos, es preciso resaltar las virtudes de Honduras como país, como Estado y como sociedad. Para empezar, no está de más subrayarlo, la posición geográfica es estratégica. Los suelos son variados y los climas regionales son satisfactorios, unos más que otros, facilitando una agricultura diversificada. Honduras, además, posee derechos marítimos tanto en el Atlántico como en el Pacífico, que lo convierten en un puente terrestre natural para el comercio vehicular y el tránsito potencial de personas provenientes de distintos continentes, toda vez que se echen a andar los grandes proyectos turísticos e industriales de los cuales hemos hablado en otros momentos, tomando en cuenta la capacidad de sus puertos para barcos de fuerte calado. Tales son los casos ya conocidos de Amapala, Puerto Cortés y Trujillo.
Aparte de eso hay regiones y subregiones casi vírgenes para los emprendedurismos legales en diversos rubros. La región oriental guarda en su seno muchas expectativas, especialmente en materia de biodiversidad. Y la región occidental es rica en tesoros arqueológicos, hispánicos y prehispánicos, sobre una topografía que exhibe algunos de los paisajes más espectaculares de América Central, con una población heredera de varias culturas, gracias a una tradición mixtilínea, casi horizontal, de blancos, indios y mulatos, fraguados en las entrañas de la sociedad colonial y republicana, pues se trata de un mestizaje que ya va siendo hora de asumirlo con dignidad y orgullo nacionales, en tanto que los complejos de inferioridad deben ser superados a todo trance.
Pero por sobre todas las cosas Honduras cuenta, a pesar de los pesares, con un capital humano envidiable. La gente talentosa y emprendedora se encuentra diseminada en diversos puntos del mapa nacional. Hay vocaciones en diversas disciplinas didácticas y autodidácticas, que han sido desaprovechadas. Pero además hay hondureños que han logrado sobresalir, en primera línea, tanto dentro como fuera de Honduras: En el arte escultórico, en el cine, en la pintura, en el periodismo, en la astronomía, en la ciencia médica y en algunas actividades propias del pensamiento. También hay hondureños singularmente creativos, en acciones inesperadas, pero positivamente redituables.
Y aunque parezca increíble en un país con vocación anarquista, en Honduras hay personas extraordinariamente talentosas en materia de conciliación nacional. En diversos momentos de la historia, cuando los bandos opuestos parecían irreconciliables, emergieron individuos, casi de la nada, sugiriendo la necesidad de superar los conflictos por la vía de la negociación y de los pactos más o menos respetables. Y si tal vez en el comienzo nadie les escuchaba, la dinámica de los hechos se impuso obligando a los irreconciliables que buscaran la conciliación, en consonancia con los intereses del país. De tal suerte que en Honduras, a pesar de todo, hay esperanzas y subsisten las ilusiones inmarchitables.

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